6 meses sin verte.

Y te echo mucho, mucho de menos.

En realidad, te echo de menos desde mucho antes.

Pero al menos podía verte, aunque no me mirases.

O hablarte y contarte mil batallitas, aunque no me contestases.

O llenarte de besitos esa cara pringosilla por tu Chupa Chups, aunque te movieses e hicieses ruidillos que bien podrían traducirse por un “esta niña está loca”.

O abrazarte y dejarme caer encima de ti. Vale, sí, quien dice “abrazar” o “dejarse caer”, también dice espachurrar peligrosamente.

O simplemente, darte la mano, por si te daba por apretarla un poquito o darme un cariñito que, por supuesto, luego era debidamente celebrado como quien gana un oro olímpico.

La verdad es que nunca me ha importado tan poco que alguien pasase de mi como lo hacías tú últimamente. Porque eres tú y porque, al final, sin darnos cuenta habíamos aprendido a suplir todas esas carencias con el tacto.

Y ahora viene el Covid y nos lo quita.

No ha habido ni un solo día que #MiPersonaFavorita se haya quedado sin su visita. Ni uno en más de 5 años. Orgullo es poco.

Hasta que llegó el Covid y nos las quitó.

Llamadas de “¿qué tal va todo?” y fe casi ciega en que todo está bien, para luego pasar a una visita a la semana. A metros de distancia y sin tocar… duele más que consuela. Mira que estábamos acostumbrados a ese pasotismo tan suyo… Pero qué va.

Hasta que ha llegado un positivo, nos han quitado la visita y nos han dado el susto.

Sinceramente, ahora es cuando me doy cuenta de que, inconscientemente, he querido pensar que #MiPersonaFavorita ha estado metida en una burbujita en la que nada podía pasar. Que, efectivamente, he podido estar preocupada (sobre todo por las noticias que vemos todos los días), pero que es ahora cuando de verdad he sentido ese escalofrío que da el saber que todo puede pasar, por muchas precauciones se tomen.

Y creo que lo verdaderamente difícil de todo esto es, sencillamente, aprender a vivir con esa posibilidad de que, aunque hagamos todo bien, estamos expuestos. Supongo que en esto consiste la mal llamada “Nueva ANormalidad”.

¿Represalias? CERO. Me consta que todas esas precauciones se toman, incluso más de lo necesario, por tal de tenerles protegidos (aquí ya entra una lucha de derechos fundamentales en la que no me pienso entrar de ninguna manera…). Es más, demasiado peso se les ha puesto encima a las Residencias de Mayores, por su cuenta y riesgo y dejándolas de la mano de Dios, como para exigirles nada más de lo que hacen.

El caso es que hoy estoy revuelta y necesitaba soltar lastre.

Sinceramente, pese a que todos tenemos días así (porque yo los verbalizo o los escribo o directamente los escupo, como es el caso de hoy, pero otros no…), pienso que demasiado bien lo estamos llevando todos. Es más, en cierto modo, creo que el hecho de (querer) creer que «»»gracias a Dios»»» no nos puede echar de menos como nosotros a ella, ayuda.

  • Pero es que ya son seis meses sin verte, 6, S E I S. Ni Barcelona consiguió hacerme sentir tan lejos.
  • Que hoy voy para Cádiz y se me hace raro estar haciendo una maleta y no verte al día siguiente.
  • Que no, que no es por el Covid. Que es por el tiempo que nos está robando el puto bicho.
  • Que estoy harta de sentir esta impotencia.
  • Y que sí, que tengo miedo, pero de algo que no pienso ni escribir.

En fin… Que, como diría mi madre “no siempre está Dios para hacer milagros”, así que no siempre se puede estar arriba. Hoy me he permitido la licencia de escribir sin releer, pasando de filtros, de florituras y de cosas bonitas.

De hecho, no sé si he escrito o escupido.

Al final, si lo piensas, es hasta gracioso…
Nunca un “positivo” tuvo un efecto tan negativo.