Hoy a los gaditanos se nos junta la Fatiga Pandémica con la Nostalgia Carnavalera. Y eso, a estas alturas, ya no hay cuerpo que lo aguante…

El año pasado nos libramos de milagro, casi literalmente diría yo, que la que se pudo haber liado entre moscatelitos y bullas no lo hemos llegado a saber, gracias a Dios.

Pero este año a nadie nos libra del pellizquito.

Personalmente, no soy muy carnavalera, pero reconozco que disfruto un Dominguito de Coros al sol como la que más: su vasito de moscatel al cuello, gafitas de sol, peluca y/o gorrito de ‘mamarrasho’ y a buscar una buena bulla con los colegas de siempre.

Y es que al final, a mi el Carnaval me termina dando un poquito igual (pa qué nos vamos a engañar…), pero ese ambientillo, esas ganas de cachondeo sano y, sobre todo, esa fecha bloqueada para ver a los amigos, me da la vida.

Pero si de verdad había una fecha importante en la adolescencia, esa era la de hoy: la Final del Falla. Eso es un acontecimiento social digno de estudio antropológico, ya que es increíble cómo va mutando a medida que nos vamos haciendo mayores…

https://elcorreoweb.es

Toda una noche de Carnaval televisado que nos daba la excusa perfecta a aquellos niñatillos y niñatillas para “acampar” con los amigos en alguna casa, hartarnos de comer porquerías y, bueno… lo que fuese surgiendo, que el patoseo y las cargas hormonales propias de aquellos años eran un punto muy a tener en cuenta.

Obviamente, para tan ansiado evento, la logística era fundamental: ¿Dónde? ¿Cuántos? ¿Quién lleva qué? ¿A dónde pedimos la comida?

No era fácil, porque había que contar con el consentimiento de unos padres dispuestos a no dormir en toda la noche aguantando a una chavalería inagotable… ¡Pues para eso estaban los míos! De hecho, mi casa se convirtió año tras año en algo así como la segunda sede del Teatro Falla, porque allí cada vez entraba más gente…

Tampoco eran fáciles las negociaciones para el evento, ni con mis padres, ni con mis amigos, porque claro, había un tope de personas a las que invitar. Aquello llegaba casi a romper amistades y, una que ha sido intensita siempre, lo pasaba regular. Aunque no sería para tanto cuando el evento se repetía año tras año…

Recuerdo que el primer año fue de locos. Podríamos ser como 15 (yo creo que quizás más…) y lo suficientemente pequeños como para que mis padres nos acompañasen hasta casa. Todos cargados con sacos de dormir (alguno incluso con esterilla), y bolsas de patatas y chucherías como para un confinamiento.

Lo primero que hizo cada cual al llegar a casa fue “coger su sitio” con el saco de dormir (que ya ves tú pa’ qué, si ni se cabía…) y, hala, a comer guarrerías (ya si eso alguien decía de encender la tele y tal…).

El nivel de interés por la Gran Final era tal que, en ciertos momentos, la tele estaba prácticamente vuelta de espaldas y SIN SONIDO… y nosotros a lo nuestro. Y el cargamento de porquerías llegaba al punto de que más de uno seguía comiendo patatas mientras veíamos el fallo del jurado (es decir, 8 o 9 de la mañana).

¿Veíamos Carnaval? Poco.
¿Lo pasábamos bien? Increíblemente.

https://carnaval.lavozdigital.es/

Conforme fuimos cumpliendo años la cosa fue cambiando…

Ya incluso veíamos alguna agrupación entera, se aprovechaba algún ratito para ultimar el disfraz de ‘mamarrasho’ para el día siguiente, se echaba alguna cabezadita (en los coros, dicho sea de paso)… Eso sí, todo esto con más o menos el mismo cargamento de chucherías de siempre, por supuesto.

Es cierto que ya llevamos varios años que ese evento no lo hemos podido seguir celebrando al mismo nivel. Cada uno vive en una punta, dependemos de permisos de trabajo y, para cuando hemos conseguido venir a pasar el fin de semana de Carnaval, hemos llegado a Cádiz con la Final bien empezadita. Y eso si hemos conseguido venir, que las hay que desde el 2018 ni la huelen…

Y duele un poquito. Da toda la morriña del mundo.
Sobre todo cuando sale el anuncio del Covirán en Canal Sur…
¡de lagrimita!

https://www.youtube.com/watch?v=RuAgCRyfgjM

Pero este año duele de otra manera…
Será porque nos duele un poquito a todos a la vez.

Este año toca estar en casa y confinarse conformarse.
¡Eso sí, que nadie nos quite los pistachitos, los kikos gordos y las gominolas!

¡FELIZ NO CARNAVAL!