Hoy es uno de esos días en los que me cuesta escribir algo coherente (y veremos si decente…). Últimamente mi cabeza es algo así como una feria (o mejor, una Zambomba, que es más propia de estas fechas…) en la que beben y bailan ideas, pensamientos, propósitos, deseos… Y, claro, es complicado pensar…. y ya no te digo ponerlo todo en pie (pues eso, ¡igualito que después de un día de feria!).
No deja de ser curioso, porque puedo ser perfectamente capaz de concentrarme para trabajar, sin embargo, me cuesta la vida centrarme en cualquier cosa que tenga que ver con mi tiempo libre.
Por ejemplo, si hago deporte, pienso en salir; si salgo, pienso en descansar; si descanso, pienso en escribir. Y así con todo. ¿Conoces el tan de moda «mindfulness«? Eso de la «atención consciente«… Pues, en mi caso, ni atención, ni consciencia. Confirmamos: Mi cabeza es una lavadora.

Y alguno se preguntará,
¿qué leches tiene que ver esto con la Navidad?
¡Pues todo!
Al menos para mi, diciembre, esos últimos días del año, significa que llega el momento de hacer balance y, sobre todo, de pensar en nuevos propósitos, retos y, en mi caso, algún que otro sueño.
Aunque soy una fiel defensora de que los años empiezan en septiembre, a pesar de lo absurdo que pueda parecer, también siento que terminan en diciembre. Podríamos decir que, en cierto modo, mis años duran 15 meses. Así que, haciendo cuentas, en realidad tengo unos 25 años, ¡já!
En estos últimos días he confirmado lo que llevaba años sospechando: soy una inconformista. Eso sí, en el buen sentido. Siempre que consigo algo que me propongo, mi cabeza rápidamente (y casi sin consciencia propia, como todo…) se pone a maquinar nuevas ideas y retos. Y si eso pasa un día cualquiera, ahora que tiene la «excusa» del fin de año, imagínate…
Y no sólo eso, además, están a puntito de llegar (¡por fiiiin!) esas comidas y cenas navideñas, esos reencuentros con la familia y los amigos a los que, en muchos de los casos, sólo vemos de Navidad en Navidad. Bueno, agradeciendo las bodas que se celebran entre medias, las cuales son oportunamente aprovechadas para unos achuchones y una puesta al día rápida, casi a contrarreloj, antes de que llegue la barra libre y el bailoteo, momento sagrado en un bodorrio (eso es así, no me lo he inventado yo, podríamos decir que es casi por educación… ¡y más si es la boda de un amigo!).
Esas citas navideñas se convierten en toda una hazaña (y no hablo de ponerse de acuerdo en la fecha, que bien merece un post exclusivo…): Apenas unas horas de reunión en las que todos tenemos que ponernos al día después de un año de vida, personal y profesional, dejando huecos para hacer bromas, reír y, ya si eso, comer. De ahí salen esquemas mentales que ríete tú de las épocas de exámenes…

Aunque no siempre, uno de los mejores sitios que tengo para poner las ideas en orden es la terraza de #MiPersonaFavorita, cuando nos da el solecito en la espalda. Aunque ella la mayoría de las veces no me hace ni puñ****o caso, le cuento todo igual, y a veces no viene nada mal. Siempre ha sido la mejor confidente y, la que tuvo, retuvo.
Todo esto me pasa por «intensita«. No sé si esto le pasa a más gente o si soy yo la única… Hombre, la única no creo, pero una de las más intensas, seguro. Es genial ser «intensita«, todo se vive así, intensamente, ¡pero todo! A veces es agotador, pero una es como es… Lo mejor es que podría dar aquí una lista de otr@s intensit@s estupend@s… ¡Tranquilidad! Top Secret (¡pero sabéis que lo sois!).
¡SEGUIMOS!