En mi caso, es así.
Cualquiera podría pensar que es muy engreído por mi parte decir esto. De hecho, hasta puede que lo sea, aunque yo lo achaco más a una cuestión de pura y simple inseguridad.
No me gusta hacer las cosas por hacer, por salir del paso. Si voy al gimnasio, no me gusta estar a medio gas. Si voy a limpiar la casa, quiero dejarlo todo arreglado. Y así con casi todo. Desde lo más tonto, a lo más importante, pero todo al mismo nivel.
Aunque quizás el problema de todo esto es saber qué entendemos por “perfección”. ¿Lo que está perfecto para uno mismo? ¿O lo que creemos que esperan los demás? Ay, las expectativas…

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Por ejemplo, cuando he tenido exámenes, mi autoexigencia era mucho más que máxima.
Pero ojo, que esto no significa que persiguiese el 10, ni mucho menos. De hecho, en más de una asignatura lograr el 5 era mucho más que perfecto para muchos de mis compis y para mí. Entonces, más bien se trataba de no hacer demasiado el ridículo. Tanto es así, que he dejado de ir a (no pocos) exámenes por anticiparme a pensar en la posibilidad de suspenderlos. Posibilidad que, por otro lado, siempre existe en un examen…
Es algo así como tener la necesidad de jugar con cierta seguridad y control porque, si no, se empieza a tambalear todo, con preguntas del tipo “si no te lo sabes bien, ¿para qué vas a ir?” y un sinfín más que seguro que todos nos hemos hecho alguna vez… Lo que viene a ser la antesala del bloqueo.
¿Que podría haber aprobado los exámenes a los que no me presenté? Varios.
¿Que he suspendido exámenes a los que iba con total seguridad?
Varios, también.
¿Que sirve de algo anticiparse?
Pues creo yo que, básicamente, para bloquearnos.

Esto mismo es extrapolable al trabajo.
Por suerte, cuento con bastante experiencia laboral repartida, sin embargo, en trabajos muy dispares, lo cual siempre me ha obligado a tener que empezar de cero en cada cambio. Visto así, lo que antes veía como un hándicap, ahora lo veo como una oportunidad: esa famosa “adaptabilidad a los cambios” de la que todos presumimos en el Currículum.
No obstante, estos cambios tan constantes también se traducen en un cierto nerviosismo y estrés, provocados por el “simple” hecho de querer estar a la altura de las expectativas.
Venga va, que levante la mano el que no se ha agobiado al llegar a un trabajo nuevo en el que se supone que debe controlar todo, pero no sabe hacer nada… Que todos sabemos que es normal, que nadie nace sabiendo y que es necesario tener un periodo de adaptación… Todos lo sabemos, sí, ¡pero nos agobiamos igual!
Lo normal en ese momento es estar ‘avispaos’, con la mente abierta, atentos, concentrados… Y para eso no es posible bloquearse pensando que en la vida conseguiremos coger el mismo ritmo que nuestros nuevos compañeros. Sobre todo porque, al cabo del poco tiempo y casi sin darnos cuenta, ya ha ocurrido (¡pero cómo se pasa esas primeras semanitas, eh!).
Todo esto yo me lo repito como un mantra… Más aún cuando sé que esta sensación volverá a repetirse.
[Y estoy casi segura de que no soy la única loca que funciona así…].

Lo malo llega cuando esas expectativas, esas ganas de hacer las cosas bien (si no perfectas) y de controlarlo todo, se convierten en un stop. En un bloqueo mental que, ya no es que te haga hacer las cosas regular, es que directamente te impide hacerlas. Y ese es el verdadero problema.
Es una especie de runrún mental en el que constantemente suenan preguntas como:
¿Voy por buen camino?
¿Esto servirá para algo?
¿Merecerá la pena?
[¿Esto también le pasa a alguien más o ya me he quedado sola?]
Y vete a saber si será por nuestra amiga la “fatiga pandémica”, por el desasosiego tan enorme que sentimos todos o por ese constante echar de menos, que últimamente cuesta más trabajo contestar a esas preguntas con optimismo y seguridad…
Cada vez es más difícil encontrar la concentración, la ilusión por lo que vendrá, el esfuerzo por seguir formándonos, aprendiendo y buscando oportunidades.
Es genial tener metas y objetivos, pero, en un momento con tanta incertidumbre como el que vivimos ahora, creo que es importante centrarnos en los pequeños hitos y, sobre todo, en ser muy conscientes del camino, dejando de un lado tanta expectativa, propia y ajena.
Porque escribir también bloquea.
Y por eso este blog es así.
Mis ganas, mis palabras, mi camino.
Sin expectativas, sin presión.
Pero ojalá te guste ?
Yolanda Mármol
Hola!
Yo también soy muy perfeccionista y siempre tengo ese «run run» que bien dices. Nos sirve anticiparnos para bloquearnos y genera mucha ansiedad y preocupación innecesarias, y estrés por supuesto.
Me ha gustado leerte.
¡Un abrazo gigante!
Marta
Totalmente, tenemos que aprender a enfocarnos más en el «poquito a poco», que en el resultado.
Mil gracias por pasarte por aquí. ¡Un saludo! 🙂
Oswaldo Mejía
Coincido con tu reflexión.
Marta
Muchas gracias por leerme. ¡Un abrazo!