¡Arranca mi Navidad! Bueno, no sólo la mía, la de mi novio marido también (puedo llegar a ser muy cansina…). Si te quieres unir, eres más que bienvenid@. 

Y, ¿con qué empieza la Navidad? ¡Con luces por todas partes! Luces de colores en las calles, en los escaparates de las tiendas, en las ventanas de las casas, en los árboles… y, este año, también en nuestros ojos.

¡Que no falte la luz!

Aunque suena exactamente a eso, no es ninguna ñoñería. Nosotros ya hemos montado el árbol de navidad, después de muchos años deseando poder hacerlo juntos. Hemos puesto ese ambientador de gingerbread de Zara Home que taaaanto deseaba cada año, pero al que siempre terminaba encontrando una excusa para no comprarlo… Hemos montado el Belén, de Playmobil, por supuesto (los que estuvieron en la boda sabrán que no podía ser de otra manera…).

Además, me encanta la «NaviLuz«: dar un paseíto para ver la decoración, las luces, los mercadillos navideños… Y, sobre todo, fijarme en las ventanas por las que se intuyen los árboles iluminados o los balcones con miles de luces de colores (algunos decorados con mucha ilusión, pero con discutible gusto, una cosa no quita la otra…).

Sin duda, esto último es lo que más me gusta. Me saca una sonrisilla… Lo sé, las películas navideñas han hecho mucho daño, pero me encanta imaginar la ilusión con la que se habrán puesto esas luces y árboles. Me da buen rollo, y eso, hoy en día, no está para nada de más.

En definitiva, no es la primera Navidad juntos, pero sí la primera Navidad juntos de verdad. En nuestra casa, primera Navidad de casados y, encima, sabiendo que vamos a poder compartirla con nuestra familia y amig@s en Cádiz.

Porque sí, #MiPersonaFavorita, voy para allá y te vas a tener que tragar todas las fotos de la boda… ¡Vete preparando!

Ahora dime, ¿hay o no hay luz en nuestros ojos?
¡Casi más que en el árbol!

Pero esa luz no está todos los años, esa luz viene y va.

Porque no siempre he sido un «Elfo loco de la Navidad«, que hace galletas de jengibre (sin ensuciar la cocina) y canta villancicos, aunque sí es cierto que siempre lo he intentado. Hay veces que las circunstancias no se prestan y el espíritu navideño no sale, pero he comprobado que merece la pena intentarlo. 

Porque, no nos damos cuenta pero, igual que todo puede ser mejor, también puede ser peor… Y, por suerte, casi siempre tendremos algún motivo que nos ayude a dar un poquito más de luz a estos días.

Que nos deslumbre un poquito la Navidad con ese toque de «irrealidad» y nos saque de esos bucles chungos en los que a veces nos metemos sin querer (o, a veces, queriendo).

Entonces, dime, ¿vas a poner el árbol? ¿Lo has puesto ya? Ya sabes, que no falten las lucecitas… ¡en los ojos digo!

¡SEGUIMOS!