¿Cómo va el inicio del año? Bueno, mejor… ¿lo habéis iniciado del todo? Porque en estas fechas suele pasar que nos convertimos en auténticos «Reyes de la Procrastinación»: «es que hasta después de Reyes en realidad…», «no, no, es que esta semana es de rodaje, la que viene ya es la buena…». 

La verdad es que cuesta volver a la rutina, pero hay que hacerlo, y si los Reyes Magos han traído una agenda, será para que cumplas las cosas que escribes en ella, ¿vale, Marta? ¡Ojo! ¿Que las estoy cumpliendo? Sí. ¿Que me está costando? También. Un h**vo, concretamente.

Siempre cuesta arrancar después de los parones, ya sea verano, Navidad… Aunque, a decir verdad, este parón ha sido más bien «una paradita», no llega a una semana… Pero, no sé muy bien por qué, a mi personalmente me cuesta más la vuelta de ahora, que la de verano.

Puede ser por varios motivos, pero creo que puedo resumirlo en que la Navidad me provoca una cierta angustia vital a posteriori (claro, mientras dura todo son lucecitas, amor y color…).

La Distancia… Y El Tiempo.

Por un lado, los reencuentros con la familia y lxs amigxs hacen que me haga preguntas un poco crueles, del tipo: «¿cuántas veces les veo al año?», con su respuesta, más cruel todavía: «demasiado… pocas». Toda la culpa la tiene el anuncio de Ruavieja…

Ya lo comentaba anteriormente, por muy felices que podamos ser viviendo fuera de nuestra ciudad, el hecho de estar lejos de nuestra gente no deja de provocar una cierta inquietud. Como intensita que soy, no puedo evitar pensar que la vida es tiempo, que el tiempo pasa y que pasa muy rápido… cada vez más.

Creo que puede ser porque la Navidad es pura tradición: sus cenas, sus comidas, su decoración… En otras palabras, es todos los años lo mismo. O, al menos, así lo deseo yo, porque eso es lo que la hace bonita y esperada. Pero justo eso es lo que provoca que echemos la vista atrás, recordando cómo fue en años anteriores (¿quién estaba? ¿quién no?). E, inevitablemente, también hacia delante… y ahí es donde temblamos y nos ponemos intensos con el paso del tiempo. Y es que, en definitiva, lo importante es que seamos siempre más.

Algunos podrán decir, «pues disfruta el momento y no esperes a la Navidad». Lo hago, por supuesto que lo hago, y disfruto muchísimo de toda la libertad que me da el vivir fuera, sin depender de nada, ni de nadie. Pero, a la vez, soy consciente de que lo hago sin ellxs, sin tener a mi gente cerca. Y a veces cuesta. Sobre todo cuando toca resetear tras la vuelta.

La Imperfección de las Redes Sociales…

Por otro lado, si sois habituales de ellas, os habréis dado cuenta de que en estos primeros días del año nos encontramos rodeados de una especie de «supermotivación» en las Redes Sociales, que puede llegar a provocarnos el efecto contrario: en lugar de motivar, saturar.

No hace falta que nadie me diga que las Redes Sociales no son más que un escaparate. Vamos, puro postureo. Pero tampoco me negaréis que son un escaparate muy entretenido y, en ocasiones, hasta inspirador.

Como en todo, depende de lo que queramos ver. Viene bien seguir a personas que se fijan metas y objetivos y ver cómo hacen para cumplirlos, ya que puede que eso nos sirva a nosotros para «picarnos» y ponernos las pilas. De toda la vida ha sido muy humano eso de compararse y motivarse a base de «pues si él/ella lo hace, yo también». Oye, pues si te funciona, ¡bienvenido sea! ¿Qué más da que la energía o las ganas te las ha dado un/a blogger/o?

Lo que ocurre es que la dosis de motivación/postureo que suele repartirse en las Redes Sociales a lo largo del año, se multiplica por mil a primeros de enero: fotos geniales en gimnasios, agendas a rebosar de proyectos chulísimos, madrugones indecentes, dietas insípidas acompañadas de sonrisas… y podría seguir y seguir, pero con eso ya tenéis para haceros una idea de lo que hablo, ¿a que sí?

Y, claro, ahí estás tú, después de ver todo eso, con tu lista de Buenos Propósitos de Año Nuevo delante, haciendo ecuaciones para averiguar cómo le da a la gente el día tanto de sí… Flipando.

Que sí, que en todo momento tenemos presente que las Redes Sociales son mentira al 85%, pero te da que pensar. Al menos a mi sí que me da (mi problema con la intensidad, ya sabéis…).

Los días de 32 horas…

Da que pensar cuando tienes proyectos o ideas que no sabes muy bien dónde encajar o cómo hacerlos sin descuidar otras cosas. Porque sí, está muy bien eso de que «si quieres, puedes», pero el día y las semanas dan para lo que dan.

A mi puede encantarme escribir que, de hecho, me encanta. Pero, si quiero hacerlo bien, tengo que echarle tiempo. Tiempo en continuidad a poder ser, sin parones. Y eso no es fácil. Supongo que le pasará a todo el mundo, cada cual en su campo.

Ahora también me podéis decir «pues el que quiere, puede». Seguro que sí y habrá quién lo consiga, por supuesto. Pero es que resulta que también soy muy exquisita para mis cosas, por decirlo de alguna manera. Quiero decir, mi vida no puede reducirse a trabajar y escribir. No debe (por mucho que me guste escribir).

Y no debe, porque también quiero pasar tiempo de calidad con mi pareja (aunque sea para estar en el sofá), con mis amigxs, para hacer deporte y, por supuesto, para mí misma (porque lo de dormir y descansar lo vamos a obviar, ¿no?). Y lo más importante de todo, no quiero que ninguna de esas cosas se convierta en una obligación, porque perderían todo su sentido.

Claro, cuando estas metida en este bucle y, por desconectar o por despejarte, abres el Instagram (por poner un ejemplo) y ves a la gente disfrutando de sus días de 32 horazas… pues da coraje, oiga. Por muy falso que sea todo.

Lo sé, lo tengo en mi mano: «¡Quítate el Instagram, que te estás acarajotando!»Podría… ¡pero no!

No, por dos motivos. Primero, porque considero que es una red social «buenrollera«, donde se suele hablar en positivo, que últimamente andamos un poco faltitos de eso. Y, segundo, porque soy de ese grupito (¿sin personalidad?) que se motiva viendo ciertas publicaciones (siendo selectiva, eso sí). Sólo que ahora mismo, lejos de motivar, provocan un cierto cargo de conciencia… ¡Ya se pasará (o ya se me pasará)!

¡Cuestión de Ritmo!

Que no os engañen estas sensaciones mías: he dicho que cuesta, pero también que lo estoy haciendo (¡porque una cosa no quita la otra!). Y poco a poco seguirá entrando la rutina y le encontraremos hueco a todos esos proyectos porque, aunque yo no sea Bloggera Instagramera, ya investigaré eso de lograr que los días tengan 32 horas…

¡SEGUIMOS!