Vuelvo con pelos de loca, porque sé que te siguen encantando mis rizos, toquetearlos y despeinarme. Porque, aunque ya no me lo digas, sé que en tu cabeza ha sonado un «que pelo tan bonito tienes, qué rizos… No te vayas a hacer nada, así, así, despeinada (insertar toqueteo)»

Vuelvo con las gafas llenas de churretes, porque cuando te da por dar cariñitos, hay que aprovechar, y que se manche lo que haga falta.

Vuelvo con la cara medio desmaquillada y pringosilla, porque el momento en el que te ha apetecido darme mi más que esperado besito, justo te estaba dando un flan con bien de caramelo.

También me he traído unos cuantos apretones de manos y muchas caricias en la cara. Y una medio sonrisilla tontorrona también.

Me he aprendido el color de tus ojos, que he de decir que no es el que era, pero que sigue siendo igual de profundo. Y, además, como ahora no me hablas, creo que te escucho la mirarte. O, al menos, eso quiero pensar (bueno, en realidad no siempre…).

Y también me he aprendido las arruguillas de tus manos, que siguen moviéndose con la misma elegancia que siempre, con esa alianza dorada que tantas cosas significan.

Puestos a aprender, he aprendido que se puede disfrutar sin hacer nada. Pasando del móvil, de la tele, de la gente… y sin hablar. Se puede disfrutar mirándote porque, desde siempre, tus ojos han dicho más de lo que tú misma querías contar.

Porque lo único que ella hace es mirar…
…y mira mejor y con mucha más verdad que cualquiera.

Bueno, también dobla con una delicadeza infinita todo lo que se encuentra por delante. Bueno, bueno, y toca las palmas, que hoy también me he traído un par de arranques flamenquitos que, quieras que no, animan.

Y entre cariños, miradas y palmas, también me he traído el miedo que siempre me traigo, ese corazón encogido que se me queda siempre que salgo por esa puerta.

Porque, si por algo me duele vivir fuera de casa, es por tenerla a más de mil kilómetros de distancia. A ella y a todos. Porque, si lo importante de la vida son las personas… Si las tenemos lejos, ¿de qué sirve?

Lo único que me consuela es que si ella misma leyese todo esto, me daría una «guantaíta» en la mano y me soltaría un«¡Anda ya chiquilla! ¡Tú a trabajar y a lo que haga falta!». Y como los «anda ya» y los «no pasa nada» de #MiPersonaFavorita, van a misa, yo el día 7 cogeré mi maleta y me volveré a Barcelona sabiendo que, de todas todas, es lo que tengo que hacer.

Es que no la conocéis (habrá tiempo…), pero es que #MiPersonaFavorita tiene motivos de sobra para serlo. Y, creedme, si en algún momento llegáseis a conocerla a fondo, automáticamente se convertiría en #VuestraPersonaFavorita.

Entre tanto, seguiré disfrutando, disfrutándola y disfrutándoles. Porque al fin y al cabo, ¡es na-VIDA-d!

¡SEGUIMOS!