Más de uno sabe por dónde van los tiros del título (¡e incluso el tonito!), pero no nos vamos a parar en eso, que la entrada de hoy pinta larguita…

Como buena madre y abuela, una de las cosas que más feliz hacían (y hacen) a Mi Persona Favorita es que nos fuese bien a todos, tanto en los estudios, como en el trabajo. De hecho, aunque ella nunca ha sido de pedir a los “Santos”, bastaba que yo tuviera algún examen importante para que le soltase un par de palabritas a mi Abuelo, a ver si desde allí arriba podía echarme el cable… Eso sólo lo hacía en ocasiones importantes, ojo.

Celebraba los aprobados como la que más. Animaba tras los suspensos como la que más, también: “¡anda ya, eso no es ná!”. Y tú la crees. Y punto. Nadie quita el hierro a los problemas como ella.

Todo esto viene a cuento de una historia real de la que, por desgracia, ella sólo es consciente de la primera parte, de la parte mala, vamos. Es decir, de los tropezones y de las frustraciones… ¡Y vaya si le hubiese gustado saber el desenlace!

Decisiones.

Todo comenzó allá por finales de 2012, cuando ninguno de los dos habíamos terminado la carrera, pero él no conoce lo que es perder el tiempo.

Somos la antítesis para muchas cosas, también para esto. Yo nunca he tenido claro mi futuro, pero él siempre ha visto el suyo con una nitidez total.

Sevilla, un piso, una academia, varios archivadores verdes (feos, feísimos) llenos de folios con una letra minúscula, mucha motivación y algunas personas que hoy se han convertido en compañeros, colegas y amigos (él sabrá en qué orden).

Y, sobre todo, UN OBJETIVO. 

Sabíamos que no iba a ser fácil, aunque he de admitir que a mí personalmente me pudo la ilusión en algún que otro momento. Ilusión que no pudo con una realidad materializada en convocatorias de catorce plazas a nivel nacional.

Los primeros viajes a Madrid fueron muy ilusionantes, e incluso divertidos, pese al miedo y la histeria que obviamente iban por dentro. He de decir que allí se encargaron de ponérnoslo muy fácil, puesto que hemos tenido (¡y tenemos!) unos anfitriones dignos de Hotel de 5 Estrellas y de varias Estrellas Michelín. Puede parecer una tontería, pero sigo manteniendo que esas copitas de vino en las noches antes de examen tienen mucho que ver con lo que ha conseguido… ¡Gracias mil a nuestro Matrimonio Preysler particular! 

Varias convocatorias. Muchos exámenes. CASI todos más que aprobados.

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Sala de Torturas (o Sala de Exámenes Orales) del Instituto de Estudios Fiscales

¡MALDITO «CASI»! 

Da exactamente igual aprobar con nota cuatro exámenes, si no se supera el quinto y último. DA IGUAL. Y ni siquiera es que no se supere es que, simplemente, cuando se compite por CATORCE PLAZAS PARA TODA ESPAÑA, todos los que han llegado hasta ahí son igual de brillantes. Lo complicado, lo realmente difícil, es marcar la diferencia. 

Llegar a ese último examen y caer, sabiendo que dejas atrás un año entero en blanco no es fácil. La frustración puede llegar a ser brutal para cualquiera de los mortales (para mí lo sería, porque ya lo fue sólo por tenerle al lado). Pero he aprendido que quien se presenta a esta Oposición está hecho de otra pasta. 

Y que te pase una vez es malo… Pero cuando la historia se vuelve a repetir al año siguiente, es mucho peor. Da incluso un puntito de miedo, por qué no decirlo.

«¿Qué hacemos ahora? ¿Seguimos?» SEGUIMOS SIEMPRE.

Se permite dudar, porque dos palos así no son fáciles de asimilar. Pero cuando el objetivo está claro, se duda, sí, pero poco.

Esa duda se materializó en un puesto como Técnico de Hacienda (porque… ¿por qué sacar sólo una Oposición pudiendo sacar dos a la vez?).

Y, de repente, el 2016 se convirtió en TU AÑO.

¡Vaya si había que seguir! Porque “a la tercera va la vencida”. Aunque no nos pongamos chulitos, también es cierto que nos entraba un poco de canguelo con aquello de «no hay dos sin tres»… (¡Maldito refranero español con refranes para todo!).

Has tenido un añito de cursos en Madrid para preparar el cuerpo y, de repente, lo que empezó allá por 2012, acabó el 30 de enero con un Acto de Clausura serio y emocionante.

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Sala de la Felicidad (o Salón de Actos) del Instituto de Estudios Fiscales

Ya se encargaron de recordárnoslo en ese Acto:

Que nadie diga que es fácil, o que “sólo es estudiar”, o que es una cuestión de suerte… Sólo el que oposita y quien le rodea sabe lo que significa hacerlo. Es una APUESTA, es invertir tu tiempo (horas, días, semanas, meses y años) en un objetivo que, en el fondo, no deja de ser incierto.

¡¡ORGULLO!!

Ahora, cuando todo ya ha pasado, podemos decir que ha merecido la pena, porque es ahora cuando sí que sí, suena el pistoletazo de salida para la vida real, ya no como Opositor, sino como Inspector. 

¡Barcelona nos espera!

Podría seguir escribiendo páginas y páginas, porque es mucho lo que hemos vivido en estos años, pero eso lo sabemos nosotros y algunos más.

                                Admiro tu energía, tus ganas, tu motivación, tu fuerza de voluntad                                                     y tu seguridad en ti mismo.

¡HASTA EL FINAL, VAMOS GALÁN!

 

¡SEGUIMOS!